Especies del mes
Julio
El Alcaudón dorsirrojo (Lanius collurio) y el Alcornoque (Quercus suber) son las especies elegidas para este mes. El Alcaudón dorsirrojo es una "pequeña rapaz paseriforme" que se encuentra en estas fechas sacando adelante a sus pollos, y también coincide esta época -debido a las altas temperaturas- con el descorche de los Alcornoques para extraer su corteza o corcho.

Alcaudón dorsirrojo

EL PRIMO DEL GORRIÓN QUE QUERÍA SER RAPAZ.
Los alcaudones, pertenecientes al orden de los Passeriformes (orden al que también pertenecen los gorriones), son pequeñas aves depredadoras que se alimentan desde insectos hasta pequeños reptiles y roedores.
En la provincia tenemos tres especies, el sedentario Alcaudón real y los estivales Alcaudones comunes y dorsirrojos, este último, al que dedicamos este apartado.
El Alcaudón dorsirrojo, Lanius collurio, es el más escaso de los tres, ya que su hábitat idóneo, los pastizales de media montaña salpicados de arbustos espinosos, solo los tenemos representados en la Sierra de Ayllón. Aunque en el Alto Tajo también hay lugares de estas características, su distribución se reduce a parte de la Sierra Norte.
Su dieta es digna de una rapaz de pequeño tamaño, en composición es similar, aunque el tamaño de las presas es más pequeño. El alcaudón, no tiene fuertes garras como las rapaces para agarrar a sus presas y desgarrarlas con el pico, por ello, captura a sus presas y las clava en las espinas de las ramas de rosales y espinos, dejando bien sujeta a la presa para estirar con su ganchudo pico. En estas ramas también almacenan numerosas presas a modo de despensa.
Es difícil de imaginar, como un ave de unos 30 gramos de peso, es capaz de viajar 8000 km en pocos meses desde sus cuarteles de invierno en el este de África para llegar en abril a nuestras latitudes para reproducirse.
Para cazar, se coloca en lo alto de los arbustos desde donde divisan a las presas y se abalanzan sobre ellas. Como otro cualquier depredador, tiene un papel importante capturando un gran número de insectos y roedores, mermando las poblaciones notablemente en los alrededores de los nidos.
Fotos de Alcaudón dorsirrojo

Alcornoque

El alcornoque (Quercus suber) es una especie de porte arbóreo que puede llegar hasta los 25 m de altura y vivir hasta 500 años. Sus hojas, muy parecidas a las de la encina (Quercus ilex), a veces son muy difíciles de diferenciar debido a su elevada similitud, con la excepción de que los nervios secundarios del alcornoque forman con el nervio central un ángulo muy agudo mientras que los nervios secundarios de la encina forman un ángulo un poco más obtuso. Las flores, unisexuales, se presentan ambas sobre el mismo pie durante la primavera y tras la polinización anemófila ocurre la maduración a lo largo del otoño. Las primeras bellotas que maduran o “bellotas migueleñas” lo hacen en septiembre-octubre; las segundas o “bellotas martinencas” lo hacen entre noviembre y diciembre y las últimas en madurar o “bellotas palomeras” culminan su maduración en enero. Aunque sus bellotas no son las más dulces de todas, son muy apreciadas en montanera (uso de frutos para engorde en animales) por proporcionar bellotas de una forma más prolongada.
“La corteza de la Península Ibérica”, así se conoce culturalmente al alcornoque, una especie endémica del Mediterráneo que proporciona su corteza al hombre desde tiempos inmemoriales. Su presencia se reparte, de mayor a menor abundancia, entre Portugal, España, Argelia, Marruecos, Túnez, Francia e Italia, perteneciendo en torno al 60% del total a la Unión Europea. De tan solo ese 60% se obtiene en torno al 89% de la producción mundial, siendo Portugal el principal país productor de corcho del mundo con un 55% del total de la producción, seguido de España con un 27%. En España su mayor presencia se da en Andalucía, por delante de Extremadura, Cataluña, el centro peninsular y Valencia, con algún pequeño alcornocal en el noroeste del país.
Cuando un ejemplar supera el diámetro mínimo de 60 cm de perímetro en torno a los 30-50 años, se puede comenzar a “descorchar” o “pelar” obteniéndose como primera materia el “corcho bornizo”. Transcurriendo entre 9 y 12 años se puede volver a descorchar, obteniéndose esta vez como materia prima el “corcho reproductor” de una gran calidad. Respetando el turno mínimo de 9 años en las zonas más sureñas y de 12 años en las más norteñas, se podrán suceder consecutivas “pelas” o “descorches” ya que esta especie es capaz de regenerar su corteza salvaguardando su supervivencia. El mayor peligro que puede afectar a los ejemplares que se descorchan son los incendios. En estado normal el alcornoque posee una serie de características que le hacen resistente al fuego -entre ellas el grosor de su corteza la cual puede llegar a medir 25 cm en ejemplares que no se descorchan- pero cuando es descorchado, la resistencia se pierde ya que la capa madre o meristemática que forma la corteza queda al descubierto, y no será hasta el quinto año cuando disminuya la mortalidad hasta un 25%. La época de descorche coincide con estos meses de calor (julio y agosto) debido a que es cuando mejor se separa la corteza de la capa madre, ello también agrava la situación de desprotección si por un descuido se produce un incendio en una zona donde se acaban de descorchar ejemplares.
El corcho debe su peculiaridad a las células que lo forman, las cuales poseen hasta un 50% de “suberina” en su pared celular y algo de ceras naturales. La “suberina” es un biopolímero formado por un proceso de polimerización natural que proporciona principalmente las características propias del corcho. Estas características actúan en los árboles como barrera natural contra microorganismos debido a su gran impermeabilidad y a su bajo contenido en agua con entre 6% y 10% de humedad total. También es un gran aislante térmico que protege del frío en invierno y del calor en verano para evitar cavitaciones en los conductos del árbol.
Como material tiene unas propiedades especiales. Es muy ligero, con una densidad muy baja debido a que entre el 85-90% total de su volumen es aire ya que contiene bastantes cavidades. Gracias a esas cavidades también funciona como un perfecto aislante acústico y térmico al impedir que las ondas lo atraviesen fácilmente, estimándose una resistencia al paso del calor de unas 30 veces más que el hormigón. Además, se convierte en un material muy impermeable gracias a que la elevada cantidad de suberina impide la difusión de los gases y los líquidos. Por ello desde finales del siglo XVII, con la aparición de las botellas de vidrio soplado fue el tapón perfecto para conservar el vino sin que perdiera sus propiedades. Su coeficiente de rozamiento también es alto ya que su superficie es muy porosa y cada poro funciona como una pequeña ventosa dificultando el deslizamiento. Sorprendentemente, se puede comprimir casi hasta la mitad de su anchura y al desaparecer la presión se recupera la forma y el tamaño de partida. Industrialmente se trabaja muy fácilmente tras someterlo a un pequeño hervido, y se consiguen hacer muchas cosas más a parte de tapones de botellas de vino, como paneles aislantes, alfombras amortiguantes, suelos y parquets, fundas para objetos, comederos y refugios para animales, portalápices, ceniceros, plumas de bádminton, sandalias, posavasos, y un largo etcétera de cosas de diseño.
Este es otro de esos muchos ejemplos en los que el hombre ha explotado los recursos de la naturaleza de manera sostenible, intentando no quedarse a día de hoy relegado a un segundo plano por la aparición del plástico.
Fotos de Alcornoques
